SILENCIO
Amaneció con brumas sospechosas en la alcoba; "como se tambaleó su cuerpo", "como se deslizó cayendo lentamente al suelo y pidiendo perdón con la mirada por las molestias que pudiera ocasionar.
"Como me miró", "como sonreía a su hija antes de irse", fué su última sonrisa interrogante.
Sobrevenía su partida sin quererse creer.
La asistencia debía ser amorosa, no médica, y así se hizo.
Sus dos grandes amores de sus manos y un último esfuerzo, en vano, por decirnos adiós.
Se iba alejando con sus amados hablándole, acariciándole la cara, sin soltarle las manos ni un segundo.
Su cara decía sentir paz y su semblante glorioso, según avanzaba y, enseguida nos dejó aquí para recordarle, para seguir amándole por siempre.
Hoy hace un año y solo sé de él en mis pensamientos y en los diarios momentos de recuerdo en los que saltan las lágrimas y digo para mí : "PAPÁ".