Estoy mirando el reloj. ¿Es hora de dormir?, no está claro.
Me pregunto cuando es el momento de cerrar los ojos y notar que te invade el dulce sueño que estoy empezando a olvidar.
¿Que hacer?, ¿ en que pensar?, como serenar la ansiedad que me produce el miedo a pasar otra noche más dando vueltas a ideas , obsesivamente.
Me atrevo y voy hacia la cama, la veo como a una enemiga deseada; se me queda grande.
Me llama, me seduce, me acerco y acaricio la almohada suplicando que me permita reposar la cabeza.
Intenta aceptarme y me apoyo con suavidad.
Parece que me voy sumiendo en ese estado deseado de tranquilidad; parece, solo parece.
Repentinamente y, sin haberme dado tiempo a instalarme, comienza el vértigo de las ideas a dar vueltas y los ojos sedientos de paz, se abren de par en par castigando las horas, inutilizando el cerebro, quitando la razón.
Miro mis manos a la luz de la farola, sienten el futuro vacio de los amados que se me van, y se cogen la una a la otra en un afán de compañía.
Paso toda la noche en espera desesperada, cayéndoseme los párpados.
LLega la temible mañana de otro temible día y quizá, solo quizá , esta próxima noche pueda entregarme al descanso reparador.